Luang Prabang es reconocida por La UNESCO como la capital del «Reino de millones de elefantes» en el siglo XIII. Algunos por su belleza y su historia la conocen como “La perla de Laos”. La antigua capital es una ciudad religiosa, en sus días vivieron reyes y príncipes. Impresionante en su escenario que resurge de entre la vegetación y el paseo creado alrededor del rio Mekong, cuyas aguas en sus brillos cambiantes, rosados anaranjados y dorados la llenan de esplendor y la cubren de una esencia mágica.
Los edificios se distinguen de entre la vegetación, casitas de tejas rojas, las pagodas en sus dorados, los templos llenos de budas, su tranquilidad, y lo más fascinante, lo que nos ha conquistado como siempre, su gente, cálida, cercana, tímida y sincera. Los paisajes pueden ser hermosos, bellos, espectaculares pero lo que realmente llena de vida cualquier paraíso es el movimiento, el traqueteo, los sonidos y olores que se van alternando a lo largo del día observando como la vida de los laosianos va llenando las calles: niños con su alegría y candidez jugueteando, monjes en sus plegarias en su aprendizaje, mujeres y hombres danzando, así como los ancianos en su sabiduría.
Recorríamos la ciudad en bicicleta. Desde la cima de la colina tienes una vista fabulosa de toda la ciudad y es entonces cuando te das cuenta de que se desprende una energía única, espiritual, pudiendo escuchar su latido, fuerte, altivo, lleno de intensidad. Noa prefería colocarse en el asiento de adelante, iba fascinada mirándolo todo con ojos grandes, ojos de niña. Mientras detrás de ella iba pedaleando y manejando, internándonos por las callejuelas. Ishi normalmente se adelantaba y esperaba cuando no sabía la dirección a tomar.
– ¿Aita es por aquí o giro por la siguiente?
El juego y el como un pequeño detalle se transforma en juguete
Los niños de Laos son impresionantemente vitales, entusiastas, hermosos soñadores, llenándote de una alegría contagiosa al recibir de forma constante el regalo de sus sonrisas. Es fascinante observar como un niño o un grupo de niños juegan durante horas en un mundo imaginario, lleno de códigos y significados que transforman la realidad en un mundo fantástico. Nunca me cansaría de mirarlos, aunque parece que a un adulto le pueda resultar difícil de comprender, es simplemente poner atención y pronto te trasladaras siendo invitado a compartir de la experiencia de volver a sentirte uno más en esa imaginación desbordante. El infante aprende, investiga sin miedo, descubre, percibe, intuye a través de su mundo de juegos. El grupo de niños aprende a compartir, se inicia en un sistema de signos y significados, percibe alegrías y vence miedos en su andar. Pierde y gana batallas, se aventura y se abre a un mundo que le permitirá más adelante caminar en ese loco y complicado mundo adulto.
Una de las experiencias del viaje más hermosas, está siendo ver como Ishi y Noa participan del juego en sus diferentes momentos, edades, países y culturas en las que nos estamos adentrando. Como se están relacionando con cada uno de los niños que estamos conociendo en el camino, como el lenguaje corporal vence las fronteras del lenguaje oral, como siendo niños no existen diferencias culturales, sino que las diferencias se transformas en risas o carcajadas por la ambigüedad. Esta siendo un regalo observar como los niños buscan niños y vibran en sinfonía una fuente de energía descubrir en sus ojos felicidad. Como cualquier pequeño detalle puede llegar a ser un juguete y ser partícipe de un gran juego. Que un simple botón pueda transformarse en aquel objeto más “fashion”.
En un principio pensamos que una de las primeras cosas que les costaría a Ishi y Noa seria desprenderse de su habitación de juguetes y llevar solo una mochilita con aquellos más preciados. Ha sido un aprendizaje comprobar no solo que no les fue difícil elegir qué es lo querían llevar, sino ver la facilidad con que su mochila se transforma y aquellos objetos mágicos van cambiando al mismo ritmo con el que vamos avanzando en nuestro viaje, mientras que las culturas cambiantes van formando parte de sus vidas.
– Ishi vamos a buscar cosas interesantes por el suelo.- Noa incitaba a su hermano en un nuevo juego.
– Venga chicos no seáis basureros, que después llenáis la habitación de trastos viejos.- a Ángel no le gusta que Ishi y Noa cojan cosas del suelo.
– Pero aita no ves que no es basura, son grandes tesoros.
Deambulando sin rumbo
Si queréis conocer bien cualquier lugar, lo mejor a ser posible es dejarte llevar e ir deambulando sin rumbo. De esta forma te verás envuelto en una marea que te llevara guiándote a los lugares más increíbles. Luang Prabang no es una excepción, la ciudad te envuelve desde el primer momento, un suave olor a jazmín, esencias de platos cocinados con ese toque asiático, los sonidos de las bicicletas en su tintineo al tocar sus timbres, las risas de los niños, el lenguaje incomprensible a nuestros oídos, los monjes recorriendo las calles, los fieles mostrándoles respeto, ofreciéndoles comida, miradas satisfechas, agradecidas.
De entre las callejas das a parar a un mercado, frutas recién cortadas, vasos de plástico en sus diferentes coloridos dependiendo de la variedad de frutas preparadas, agua de coco, pescadito asado insertado en un palo, salchichas, puestos de flores…. El olor va variando dependiendo del producto puesto a la venta. Pies descalzos, pelotas de futbol, cada equipo siguiendo el balón….
Una carrera de piraguas surcando las aguas del rio, un pescador lanzando la red, un monje enseñando los misterios del agua a un niño envuelto también en su túnica color azafrán, las cafeterías a lo largo del rio Mekong donde las horas te pasan viendo simplemente fluir el rio que da color a Luang Prabang, una ciudad encantadoramente viva.
– Aita me encanta Luang Prabang
A mi también me ha encantado Luang Prabang…y el río Mekong…y las túnicas azafranes….tomo nota para un futuro viaje…suerte familia. Un abrazo.
Mil gracias Esther siempre es una gozada saber que disfrutas con las entradas.