La inseguridad de los primeros días se iba transformando paulatinamente en un agradable acercamiento. Curiosamente Ishi y Noa se adaptaban a la ausencia de su madre y su comportamiento iba cambiando sin tantas triquiñuelas. Por poner un ejemplo, no os podéis imaginar las pateadas que nos dimos en nuestros andares recorriendo ciudades, o empujando las maletas. Ishi colaboraba casi sin tenérselo que pedir, sin ese gran “PERO o ESPERA aita”, Noa llevaba su maleta sin protestar y en ningún momento me pidió que le llevase en brazos como suele hacer con Diana. Las risas fluían de nuevo, y yo podía conocer una cara de mis hijos que estando los cuatro me la suelo perder. El tiempo que disponía para la fotografía era más limitado, o bien al tener que estar más pendiente de ellos me perdía imágenes que otras veces no hubiesen escapado de mi objetivo, lo siento amig@s. Disfrutad ahora con alguna anécdota explicada por este “cocolo” que a veces me vuelve loco.
Mis primeros días en Mairood
Tras salir del hotel fuimos en tuktuk hasta la frontera con Tailandia, el tuktukero dio muchas vueltas. Pasamos por un puente hasta llegar a la frontera, donde aita hizo todo el lio de los pasaportes. Cruzamos la frontera sin problemas, y entonces cayo un chaparrón que duró 30 minutos. Mi aita tenía que sacar dinero, pero ningún cajero funcionaba, cuando pasa eso es un rollo pues tenemos que ir de cajero en cajero, no sabemos porque ocurre. Al final dimos con uno del que salían billetes. Tuvimos que coger un camión para llegar al hotel, pero el camionero conducía a 200 por hora como mínimo, además lloviendo y subidas y bajadas fuertes con sus curvas. Aita empezó a gritarle fuerte, pues no le oía.
– Slowly, slowly!!!, please, slow down
Finalmente paro, nos dejó ir delante y así fue más despacio, a la que se embalaba aita le decía que más despacio con calma. Llegamos al hotel de un pueblo pesquero, olía a mar, ¡que rico!.
Cuando entramos la señora del hotel nos enseñó la habitación. Encontré una araña gigantesca, Noa empezó a gritar, tenía mucho miedo, así que tuve que matarla. Al amanecer, la señora del hotel que era muy simpática, nos enseñó su granja, entramos dentro del corral de las gallinas, y encontramos un huevo, nos dijo que lo cogiéramos para nuestro desayuno. También entramos dentro del corral de patos, pero allí no había huevos, luego vimos a las ardillas, muy graciosas, y a siete perros nada más ni nada menos. Por la tarde Noa y yo salimos a pasear, vimos los pantanos del hotel hasta que se fue haciendo de noche. Cenamos una comida de mar deliciosa y luego teníamos tanto sueño que nos fuimos a dormir.
¡Qué sorpresa!, a la mañana siguiente, las gallinas habían puesto tres huevos !!!, y otro en el de los patos. “Creo que ponen huevos cada día”, es increíble. Noa se entusiasma cuando encuentra un huevo, bueno yo también me pongo contento. Una familia inglesa había venido a nuestro hotel, y fueron a bañarse a una piscina que había, y jugamos con un niño. Me gusta cuando hay más niños como nosotros, Noa cree que todos los niños que encontramos están dando la vuelta al mundo, “tengo una hermana un poco loca”.
Otro día la señora del hotel que se encariño con nosotros, nos llevó al supermercado del pueblo y a mi me compró unas galletas oreo, unas patatas y un zumo de naranja y a Noa dos chocolates con leche, unos cheetos y unas rosquillas. Nos pusimos las botas de porquerías, “mami se tiraría de los pelos si nos viera, jejeje”. Al regresar nos hicimos un sinfín de fotos con los animales. Jugamos a un juego de mesa que se llama serpientes y escaleras, nos lo pasamos bomba con él. La cuestión es llegar arriba, a la cima de todo pero a veces caes en zonas donde hay serpientes y escaleras y entonces algunas serpientes y escaleras suben arriba y otras te llevan para abajo. Gana quien llega arriba, claro!. Para comer hicimos sándwiches de jamón, queso y mayonesa que estaban de muerte. Dimos un paseo por el pueblo, vimos muchas casas y mucha gente que pescaba y muchos barcos. Esos días jugamos mucho con el niño, por la noche salían las lagartijas para comer mosquitos. La señora del hotel nos ofreció a los niños unos cocos gigantes muy sabrosos. Noa y yo no creemos que ese hotel fuera un hotel sino una granja donde los dos estamos disfrutando mucho.
Ishi
– Aita, ¿cómo caben los huevos dentro de las gallinas? ¿Cómo hacen para que salga uno cada día? Y ……..- Noa no cesaba en sus preguntas.
– Tu pregunta me hace recordar de un cuento donde había una gallina que ponía cada día un huevo de oro…. ¿Queréis que os lo explique?- Ishi y Noa respondieron con un si explosivo.
– Érase una vez, en un país muy lejano……..
hola
muy bonito el blog, me puedes explicar la forma de poner el album picassa en el post
mi correo es davecasa@telefonica.net.
saludos.