Himeji (姫路市, Himeji-shi) es una ciudad localizada en la prefectura de Hyogo, Japón. Nuestra estancia fue corta disfrutando esos días en compañía de Karina, una simpática chilena que lleva viviendo cuatro años en Japón. Su piso estaba ubicado en un edificio cercano al colegio internacional donde daba clases de ingles. El pisito estaba dispuesto al estilo japonés, espacios pequeños pero bien aprovechados, los suelos de la habitación cubiertos de tatamis de textura suave que aporta calidez y un olor muy refrescante, separando las habitaciones por puertas correderas. De esta forma un mismo espacio se puede utilizar como habitación por la noche desenrollando el futón y para diversos fines durante el día dejándolo recogido.
Karina es una chilena muy agradable, nos envolvió enseguida en esa calidez latina. Y los niños sintonizaron con ella de maravilla.
– Mami tiene una videoconsola, podemos jugar.- Ishi estaba contento con el lugar y con Karina que sabia escucharles.
Y así pasaron, esa primera tarde jugando con la videoconsola a bailar y seguir el ritmo, a juegos deportivos, saltando, riendo y disfrutando de algo de lo que hacia tiempo no disponían.
Visita a la escuela “Sakura International School”
Karina trabaja en el Sakura Internacional School, la noche anterior al preguntarnos sobre la vuelta al mundo nos comentó si estaríamos interesados en conocer su lugar de trabajo y explicar a los niños de la escuela nuestras andanzas compartiendo una mañana con ellos.
Cada escuela a la que asistimos tiene sus particularidades, en esta destacaba el joven profesorado motivado en la enseñanza de estos niños que normalmente no tienen otra puerta de entrada de esa segunda lengua Inglesa y que a través de los cursos vas viendo la evolución que consiguen, llegando a dominar ambas lenguas como una materna.
Era la hora de irse, los niños preparaban sus fiambreras con una sabrosa comida japonesa preparada en casa, los palillos a un lado, manejados con una gran destreza increíble a pesar de su corta edad. La mañana pasó rapidísima.
Castillo de Himeji
La ciudad de Himeji es mundialmente conocida precisamente por su castillo, considerado uno de los castillos mejor conservados y de mayor importancia de la época feudal. Esta considerado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Ha sobrevivido a terremotos, nunca fue destruido tras guerras e incendios, así que se conserva tal y como fue construido. Su torre principal estaba en rehabilitación. Sufrimos un ataque ninja dentro del castillo, los niños se dieron un susto pues no se lo esperaban, hasta que se dieron cuanta que era una simple broma para sumergirse en la época feudal.
– Socorro quienes son esos.
Al salir del castillo, te topas directo con el un pequeño zoo, donde los diferentes animales nos mostraron sus caras, y a pesar de que los zoos no son santo de mi devoción, visitamos al señor hipopótamo, al león, a la jirafa, a las focas y pudimos disfrutar del baño del gordote elefante medio pelón que se refrescaba con el agua de la manguera. Mientras, el domador le iba colocando en las posiciones más apropiadas para que la ducha, con una manguera y una escoba, fuese de lo más efectiva. El elefante es uno de los animales preferidos de Noa, así que relucía de contenta con la exhibición. De echo, desde aquel día nos dice que a su vuelta quiere que le regalemos o un perro o un elefante de los de verdad.
Luces en el cementerio al atardecer
Cerca de la casa de Karina había un cementerio japonés al que Ángel visito al atardecer. Las luces de la pagoda principal fueron tomando colores y sombras que le daban un aire fantasmagórico. La generación joven siente que la religión forma parte de la cultura tradicional. El budismo es la religión mayoritaria, el sintoísmo fue la religión oficial hasta el siglo VII, no obstante debido a la influencia china, también encuentras seguidores de Confucio y taoístas, así como una minoría de protestantes y católicos. Cada cementerio adopta construcciones y rituales diferentes dependiendo de su cultura. El arte, la espiritualidad y esa elegancia sencilla quedaban reflejados en cada rincón.
En Japón, se cree que los ancestros visitaran sus casas para reunirse con sus familiares los días de Obon, estos días son días especiales, los únicos que se recuerdan a los difuntos. Juntándose las familias para recordarles de manera especial, haciéndolo y reuniéndose con espíritu alegre, agradeciéndoles lo que han hecho y por el don de vida que han recibido.
Nos explicaron que durante esos días se limpian las casas y las tumbas, poniendo ofrendas: boles de arroz con dos palillos clavados, incienso, velas, pepinos y berenjenas donde también clavan palillos a modo de patas simulando un caballo y una vaca. Dicen que cuando el difunto llega lo hace a caballo, pues va con prisa regresando para ver y pasar un rato con sus seres queridos, pero cuando el espíritu parte de nuevo, monta en una vaca que se desplaza mas lentamente, lamentándose por tener que despedirse.
Mientras Ángel visitaba el cementerio, los niños y yo nos entretuvimos con Karina preparando la cena, pues había invitado a unos amigos.
Cena multicultural
Las cenas multiculturales suelen tener matices especiales, por un lado, el idioma suele ser a dos, tres o varias bandas. La comida tiene trazos exóticos, al menos para alguno de los invitados que desconoce mucho o todo de la mezcla cultural que la envuelve. Normalmente en estas cenas las personas tienen tantas ganas de compartir que todo vale y el lenguaje corporal y el batiburrillo de idiomas da lugar a un entendimiento muy propio.
Las conversaciones con o sin sentido se desencadenan unas seguidas de otras, la risa fluye y las malas interpretaciones dan lugar a caras de sorpresa. La energía que se emana en el ambiente suele ser poderosa y cada cual sabe dejar relucir aquello que más le conmueve y le atrae de su país, dándose cuenta al escucharse que sus raíces tienen una importancia vital, pues precisamente en tus raíces encuentras a la persona que eres. Otras veces, te das cuenta de aquello que realmente te disgusta de tu tierra o que querrías cambiar haciendo simplemente algo parecido a un cóctel multicultural.
Karina invito a unos amigos suyos, un japonés con raíces inglesas que trabajaba en su colegio y al que habíamos conocido al pasar por una de las clases, y una chica japonesa que solo entendía y hablaba en japonés. Es curioso como cambian las personas en la vida laboral y en la personal. El profesor que habíamos conocido en el colegio con un comportamiento muy profesional se transformó en un simpático comensal de mesa, al cual le fascinaba hacer cosas diferentes según él contaba, cosas “freakis”, que le dieran la oportunidad de salir un poco de esa disciplina constante.
– Desde niños se nos enseña a no mostrar sentimientos, a ocultarlos y a un control absoluto, con lo cual a veces es complicado vivir, compaginando las tradiciones y la modernidad. El trabajo es un pilar, pero a veces de lo mas absorbente. No disponemos apenas de vacaciones.- El chico nos iba poniendo al día.
– Si es curioso yo como extranjera dispongo de un mes de vacaciones, realizando el mismo tipo de trabajo y mi horario es mucho más flexible que el suyo. Nunca recibirás un no por respuesta, es del todo grosero– Karina explicaba la cantidad de contrastes que observaba respecto a su propia cultura.
Mientras, la invitada japonesa disfrutaba peinando a Noa, le regaló su pañuelo de flores japonesas, estaba fascinada por el color de su pelo, por su piel, por su risa cantarina, por su fisonomía tan occidental. Y Noa se dejaba hacer todo por esas manos que tan delicadamente le peinaban en un recogido oriental. La cena tuvo lugar a tres bandas idiomáticas y el cantar de los idiomas se fundió en uno solo, la alegría de compartir varias culturas unidas por el inicio de una amistad.