Hemos estado dos veces en Las Vegas, las dos de paso, puesto que se encontraba de camino en la ruta elegida. Las dos veces viajando con niños y en familia, y en ambas nos hemos quedado con la sensación de que los niños molestan, de que no es lugar para ellos, donde la inocencia no tiene cabida. Es por ello que no soy la mejor persona para sacar su lado positivo. Parece ser que actualmente a la calle central de Las Vegas quieren darle un toque familiar, es decir no cerrarlo únicamente al mundo adulto e intentan que sea lugar de elección también para familias con niños. Que gran error, quien quiere ver a sus hijos rodeado de semejante codicia, engaño disfrazado de regalo, sexo escondido entre plumas. Un mundo adulto lleno de decadencia. Esfuerzo que no creo que llegue a buen puerto pues por mucho que lo intenten en la calle “The Strip” se respira un constante devenir de luces de neón, música, carteles mayoritariamente de mujeres contoneándose con provocadora ropa interior o sin ella, alcohol, fiesta, días disfrazados de noche y noches que no quieren acabar, movimiento de dinero, hombres y mujeres buscando fortuna, juegos, casinos, perdedores, afortunados y grandes desafortunados que acaban como vagabundos entre sus calles sin saber concretamente como lo perdieron todo. Por el día les ves paseando. Los que pasan por su lado parecen ignorarles, figuras fantasmas, unos con carrito buscando entre basuras, desaliñados, mirada ausente, defendiéndose del sol entre las sombras. Quienes han sido? Que les ha llevado a ser vagabundos? Donde están sus familias?….
Ahora bien, entiendo la magia oscura que llega atraer a tantas personas a Las Vegas, alegres e impacientes por perderse por sus calles, bailar hasta altas horas, actuaciones de gran calidad que compiten entre ellas, buscando la perfección que consiguen entre luces y un público extasiado ávido por ser conquistado, por sentirse ganador, especial, rico, embriagado con las bebidas, las drogas, por el color de las luces, por la sensación del momento especial, por las mujeres y hombres exóticos, sensuales, únicos, envueltos de una brillante aurea que durara toda una noche y les convertirá en ese ilusión vivida en sus sueños….. pero al día siguiente despertaran, algunos satisfechos, divertidos, apasionados por el show, otros engañados, muchos confundidos, estafados de esa calle donde los sueños dejan de ser realidad.
Paseando entre tarjetas eróticas. Pisando fuerte
Paseamos por la calle central. Una gran ola de calor nos va persiguiendo. Botella de agua en mano, unas piezas de manzana para entretener el hambre. Buscábamos algunas actividades destinadas para los niños: fuentes de agua, un barco pirata, actividades circenses, o incluso poder dar la vuelta al mundo siguiendo los diferentes edificios que representan lugares concretos tales como la Torre Eiffel, las Pirámides de Egipto, la Estatua de la Libertad,…etc
La verdad es que, en parte puedes sacarle el jugo a cuentagotas. No deja de tener cierto encanto. Pero ya sabemos cómo son los niños, y empezaron con sus preguntas:
– Aita, y esas señoras porque enseñan todas el culo- preguntaba Ishi.
– Si, si, jajaja, el culo y las tetas- decía Noa… Contamos culos, Ishi?.
Entre tanto, nos topamos con dos hombres repartiendo tarjetas con mujeres y hombres en posiciones eróticas. Me pareció increíble que viendo a Angel de la mano con los críos se atreviesen a darle las tarjetitas. Me las podrían haber dado a mi no?…. Me pareció poco delicado el proceso del reparto de las susodichas tarjetas.
– Aita, déjame ver las tarjetas que te ha dado el señor…. Pero aita déjame…
Angel luchaba con la mano del niño intentando que no se hiciese con ella. Entre tanto, observe que infinidad de las mismas tarjetas aparecían tiradas en el suelo…
– Mira Ishi, en el suelo hay más señoras con el culo al aire jajaja…- dijo Noa.
Finalmente salimos de la zona, pisando las tarjetas, intentando que los niños no se diesen cuenta…
– Corre los payasos que nos los perdemos,
de lo más rocambolesco… llegamos al hotel del circo.
Los cinco magníficos. A veces la realidad supera la ficción
Lo mejor de Las vegas, como siempre, fue nuestra estancia con la familia que nos acogio por un par de dias en Las Vegas y que conocimos gracias a Lex. Tiffany y Lex son íntimos amigos desde la infancia, asi que Lex le explico nuestras andanzas y nos invitaron a pasar unos días con ellos. Al marido de Tiffany no le conocimos, pues estaba de viaje, pero disfrutamos con ella y sus hijos: el responsable y despierto James, de 11 años, Jackson, deportista e inquieto, de 10, Mya, serena y alegre, de 8, Nik, todo un bicho, de 5 y Lines, el más pequeñajo, una explosión llena de encanto, de 3 años.
Nos habíamos comunicado por mail. No tuvimos en cuanta que entre Saint George y Las Vegas hay una hora de diferencia, así que cuando llegamos, nos abrió la puerta James, el hijo mayor. Rápidamente entramos con las maletas, nos enseñó la habitación donde dormiríamos, situada en el primer piso y desapareció diciendo que su madre llegaría más tarde. Bajamos a la planta baja guiándonos por unas voces infantiles y pudimos ver a tres niños de diferentes edades Mya, Nik y Lines, subidos al mármol de la cocina, haciendo palomitas de maíz, metiéndolas en un bol y rociándolas de mantequilla. El fregadero de los platos estaba hasta los topes. El lio que habían montado era de órdago. Las tres cabecitas nos miraron con una amplia sonrisa. Como podéis suponer los niños atraen niños y sin darnos cuenta Ishi y Noa, ya formaban parte del grupo.
Nos percatamos de la diferencia horaria al volver a preguntar a James por su mama, y como todavía faltaba una hora y vimos que la familia estaba hambrienta, decidimos ponernos manos a la obra. Empezamos a recoger, divertidos con la situación, y a poner el lavavajillas. Ángel fue a comprar pescado al supermercado de la esquina.
– El lavavajillas no funciona, mi mami lava ahora los platos a mano, tienen que venir a repararlo – me comunico Mya con grandes ojos.
Saque de nuevo los platos y empecé el fregoteo. Calenté el horno y al poco tiempo teníamos la cena preparada, así que nos adaptamos rápido al calor del hogar… Tiffany llego cuando ya habíamos finalizado la cena, junto con Jackson, su segundo hijo, que recogía de su entreno de futbol. Tiffany es una mujer bonita, con mucha energía. Se disculpó por la espera y reímos sobre la situación que nos encontramos a nuestra llegada a su casa. Cuando su marido se va de viaje, y con cinco hijos, la logística es más complicada…. No me extraña!!! La verdad, pienso que los llevaba fantásticamente. En esa casa, cada niño desfilaba con un son característico, desde Lines que se vestía solo sin tenerle que ir detrás en cada momento, Mya y Jackson tocaban la guitarra, James el piano y Nik que hacia sus pinitos intentando copiar a sus hermanos mayores.
En una de las paredes de la cocina colgaba un tablero con los nombres de cada uno, subrayados, mostrando las tareas diarias de cada miembro de la familia. Me recordó los consejos compartidos en el programa “Super nany”. Al llegar el sábado, Tiffany señalo el tablero y todos empezaron a desfilar, unos los baños, otros el aspirador, otros recoger la habitación… ni el más pequeño se libraba. Estoy por incorporarlo en nuestra vuelta al mundo, a ver si logramos un poco más de orden, a pesar de que es difícil con tanto traqueteo.
Algún altercado hubo, para que engañarnos. Una de las veces encontré a Noa y Lines pintándose las uñas uno al otro a escondidas en la habitación de Mya, y no os quiero contar la tarea que tuve en limpiar la moqueta manchada con laca de uñas. Ishi Y Noa siguen hablando de lo bien que se lo pasaron con ellos. La verdad es que en la casa se respiraba un aire de contagiosa alegría y explosividad.
Gracias a la hermosa acogida de esta familia, nos hicieron cambiar nuestra visión sobre Las Vegas, donde no todo es la calle “The Strip”.
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