Cuando mis labios pronuncian Rajastán, algo dentro de mí se mueve de forma especial, la india rural, en sus casas de paja y adobe, el polvo del camino, la suciedad de las calles, la arena que trasporta el viento, la gente en su sencillez, los niños desnudos de miradas serenas, directas, que te desnudan el alma. El país de los Maharajas, donde la riqueza había brotado exuberante. Los coloridos de este estado, la ciudad rosa de Jaipur, el dorado de Jaisalmer, Jodhpur esa ciudad azul, Udaipur en su aperlada blancura, todo mezclado con el ocre del desierto del Thar. Fortalezas, templos, palacios, lagos, camellos, elefantes pintados pasan raudos por nuestras retinas.
Recorrimos parte de Rajastán en un itinerario un tanto extraño. Finalmente decidimos contratar un coche con chofer evitando los trenes y los autobuses, por dos motivos básicamente, uno porque los niños andaban en India un tanto cansados del trote y otra porque no habíamos realizado las reservas con antelación en los trenes, así que prácticamente no nos quedaba otra solución. El chofer nos aconsejó realizar el viaje llegando primero al Parque Nacional Ranthambore, lo cual nos pareció un tanto curioso, pues por lo que habíamos leído, el recorrido se hace generalmente a la inversa, pero en fin, como que él era el conocedor de la zona, nos dejamos guiar. Recuerdo que lo primero que nos dijo fue.
– Yo soy un hombre de Dios, nunca miento ni timo a mis clientes, y los cuido como a mi propia familia. En India hay que tener mucho cuidado, pues a la que te descuidas ya han intentado desplumarte.- Tras lo cual nos mostró besándola, una foto de su mujer y sus hijos.
La verdad es que este comienzo nos tendría que haber hecho sospechar, pues el que es realmente honesto nunca se jacta de ello, y así fue como posteriormente se desveló el error que cometimos al contratar a ese personaje. No tenía ni idea del recorrido, no conocía la zona, maldecía en cada momento y por todo quería cobrar por duplicado, nos gritaba enfadado cuando le sugeríamos otro camino, y los kilómetros que hacíamos no coincidían con los marcados en el cuentakilómetros, así que empezamos a sospechar que nos estaba dando gato por liebre. El director del hotel en el que nos alojamos en Ranthanbore sin haberle comentado nuestras sospechas, nos aconsejó que no nos fiásemos de ese conductor.
– Yo no le he dejado dormir en mi hotel, no es buena gente. Son de aquellas personas que manchan el espíritu de mi tierra con su proceder- Junto sus manos en un Namaste y se fue dejándonos de piedra.
Resulta que al final, buscaba otros clientes aprovechando las horas que realizábamos otras actividades, por la noche seguía utilizando el auto y todo el kilometraje de más nos lo cobraba a nosotros aludiendo a que el dormía en un lugar lejos de nuestro hotel. En fin, nos deshicimos de él, cosa que no fue muy agradable, haciendo el resto del viaje a tramos con otros varios conductores, de los cuales guardamos gratos recuerdos.
Paisajes sonoros
La imagen del tigre de bengala y el sonido de Ranthambore me llevan a recordar la cautivadora historia de Mogli, el niño de la selva. Si existe algun parque que se identifique con la imagen del tigre de bengala, ese es el parque nacional de Ranthambore, en Rajastán.
El viento era gélido, helaba tensando nuestras mejillas y las lágrimas brotaban fácilmente resbalando por nuestros ojos. Noa estaba echa un ovillo envuelta y cubierta entre mantas. Una familia india con dos niños pequeños viajaba detrás, Ishi les pasó una de nuestras mantas para resguardarse del frio. Íbamos tras el rastro de un tigre, el amanecer estaba despuntando, nos adentramos por un caminito, el guía paro el motor y el sonido de la selva hizo su efecto amansando y agudizando nuestros sentidos.
– Observen las huellas, son dos una hembra y un macho, hay que estar bien atento y por favor, silencio, mucho silencio, disfruten de la magia de la naturaleza. El tigre aprovecha las primeras horas del día, las más frescas, para salir de caza, luego será más difícil dar con algún ejemplar.- Encendió de nuevo el motor y pasamos bajo un arco de piedra que permanecía inamovible entre raíces, vegetación y árboles.
Y adentrándonos más allá, nos invadió ese sonido armónico formando parte del mundo, los pájaros en sus gorgoritos, el tintineo del agua en su descenso, los ecos de los movimientos de los cervatillos en su caminar, el susurrar del viento acariciando las hojas, el canto de los arroyos. Descubriendo como el estado anímico cambia fácilmente al son de las notas musicales que generaba la selva, un entorno, tan natural tan lleno de vida. De modo que nos sosegábamos cuando el estímulo sonoro nos saludaba con dulzura y nuestros cuerpos se erizaban cuando anunciaban peligro. Un peligro desconocido para personas como nosotros criados en grandes ciudades, pero sonidos siempre presentes en los lejanos recuerdos, cuando nuestros antepasados se movían al son que marcaba el convivir en consonancia con la pureza de la madre tierra en ese ciclo de vida.
Disfrutamos del paseo, no vimos a la pareja de tigres, probablemente, ellos sí que nos vieron. Divisamos numerosos grupos de antílopes, nos pareció ver a Mogli, pájaros, monos aulladores, pavos reales y un leopardo. Con frecuencia los monos producían gritos de alarma que alertaban al grupo de la presencia de depredadores, “the jungle call” (la llamada), en esa lucha constante contra el maestro del camuflaje, un pequeño héroe de cuatro patas, de carne y hueso, de pelaje envidiado, un animal ante todo luchador, superviviente y hermoso. El tigre de bengala, temido, perseguido, un depredador de honor y fuerza, cuyas vivencias se han convertido en leyendas entre el pueblo indio.
“Nacido debido a una flor de loto”
Pushkar es considerada una ciudad santa, escuchas rezos, canticos, tambores, constantes campanadas desde cualquier lugar adentrándote en ella. Lugar místico, donde el dios de la creación “Brahma”, tiene su propio templo. Cuenta la mitología hindú, que Dios liberó a un cisne con una flor de loto en su pico, el animal voló bien alto, dejando caer la flor sobre la tierra, el lugar fue bendecido con el nombre de Pushkar, “nacido debido a una flor”.
– Una flor, toma una flor lánzala a las aguas santas, ofrecérsela a Dios, y os bendecirá el viaje.- Ya no sabía a donde mirar ni que decir para que no me diesen más flores.
La ciudad está constituida alrededor de un lago semicircular, donde las continuas ofrendas son arrojadas a sus aguas, numerosas escalinatas, “Ghats”, descienden hasta el lago. Las familias descienden, bañándose en sus aguas y purificando sus cuerpos. Por un lado, sientes un fervor religioso en un continuo peregrinar. Por otro tienes que intentar desvincularte de una cierta sensación de mentira, ligada a la avidez con que los locales intentan imponerte lanzar flores al lago, sin siquiera dejarte respirar para poder captar la esencia del lugar y decidir si realmente quieres desprenderte de esa flor y ofrecérsela a sus aguas. De nuevo, esa estupidez occidental ligada a la creencia de que el turista posee dinero, pero claro das un paso más entre los coloridos tenderetes del mercado y te das cuenta que los mismos turistas son los que van con el billete en las manos ávidos de conocer más sobre esta ciudad y el culto a su Dios. O bien ese hippy que al intentar integrarse en un mundo místico ha perdido sus vínculos a su tierra, a su cultura, a sus raíces siendo un montón más de los que no saben a dónde pertenecen. Y todo ello nos llenaba de un sinsentido. Los locales desviados, desvirtuando sus creencias, lejos de la realidad, de su esencia, ávidos de billetes. Los turistas alegres, engañados, los viajeros ligeramente decepcionados, los hippies perdidos en la melancolía, los sacerdotes, enfadados, intentando sacar partido y al mismo tiempo los más sabios aquellos que prescinden de lo que les rodea, que siguen creyendo con fervor y procediendo desde el corazón, compartiendo su mundo espiritual.
Nos alejamos de los templos, de sus sacerdotes, de los monos que habitan en ellos, del mercado en la riqueza de telas, tinturas de colores, vegetales, frutas, vendedoras de joyería étnica, especialidad de Rajastán, deliciosa gastronomía lista para ser degustada, pinturas en miniatura, bolsitos, monederos, artículos de cuero, brazaletes de cristal, metálicos, alegres colores, expresivos títeres en sus diferentes caracteres. Y al alejarnos y volver a observarla desde la distancia pudimos percibirla en toda su extensión a través de su verdadero sentido.
Una noche en el desierto
El comercio de camellos es una parte importante de la feria de Pushkar, estábamos tentados a quedarnos y verlo, pero todavía faltaba prácticamente un mes. Dicen que es algo difícil de olvidar. Constantemente rondan camellos por la zona y sus alrededores, y uno de los momentos que más deleitamos en familia fue aquella noche que pasamos en el desierto, durmiendo a cielo descubierto rodeados de un grupo de camellos.
– Mira que cara más feota tiene este camello, jo y le hace mucha peste la boca, agecssss que asco, mira como babea.- Ishi y Noa montados sobre el camello iban tronchándose con las carotas que ponía mientras rumiaba.
– Huuuujuuuuu! Pasaremos una noche en el desierto. ¿Y dónde dormiremos?.- Preguntaba Ishi oscilando de un lado al otro adaptándose al traqueteo del animal.
– A cielo descubierto bajo un sinfín de estrellas.- conteste.
Dos camellos y una carreta, dos camelleros y una familia de cuatro se adentraron hacia el desierto. Cuando realizas algo por primera vez, los sentidos se agudizan, el nerviosismo de lo que te espera, lo desconocido del sentirte subido a un camello, el olor, color y sabor de esa bella manta de arena, el chirrido de las ruedas de madera rodando sobre la arena evitando baches y arbustos, las bolsas de provisiones, con azúcar, harina, arroz y especias….
La noche bajo un cielo lleno de estrellas.
– Mami pero todas estas estrellas ya estaban en el cielo, o bien en el desierto hay muchas porque todas quieren juntarse aquí en este lugar.– Noa estaba encantada de lo brillantes y cercanas que aparecían sobre nuestra cama improvisada.
– No, Noa, son siempre las mismas, pero aquí al no haber luz se dejan ver y no se esconden. Ummm! Que bien, mira si quieres hagamos un collar de estrellas.- Le contesté divertida.
Encendimos una fogata mediante paja y boñigas de camello secadas al sol. Los hombres preparaban la masa para hacer bolas de pan, Ishi y Noa se pusieron a ayudarles, en las brasas se iba haciendo la cena y poco a poco el olor a especias iba cautivándote y recordándote que en breve podríamos tastar esas pequeñas delicias. Unas mujeres de la zona se unieron al grupo, danzando y cantando alrededor del fuego, el sonido de un instrumento para nosotros desconocido se difundía a través del viento cual llanto.
La noche era clara, la luna, prácticamente llena, nos saludaba desde lo alto. Los camelleros estaban encantados con los niños mostrando como nutrir la fogata y sugiriéndoles que si no querían recibir un mordisco de los camellos no se acercasen tanto. Ishi y Noa reían con sus gestos. Nos dormimos los cuatro juntos compartiendo un mismo catre, tapados bajo una manta con un fuerte olor a camello, explicamos cuentos sobre un mundo mágico donde la luna hablaba y finalmente el sonido del desierto nos adormeció, haciendo que nuestros ojos se cerrasen y nuestras almas escapasen paseando entre las dunas.
Udaipur, La perla de Rajastán
A Udaipur se la conoce como la ciudad de los lagos, la Venecia de Oriente o por su aperlada blancura, la perla del Rajastán. Para nuestra familia fue como aparecer dentro de un cuento de hadas. Udaipur brilla bajo dorados y cálidos rayos de sol, siendo asombrosa en sus amaneceres y atardeceres en sus miles de colores, suavizado todo en un intenso tono de una blancura que tranquilizaría al espíritu más inquieto.
Nos adentrábamos en las calles, recorriéndolas alrededor del lago, miles de terracitas nos esperaban para disfrutar entre “chai” (te) y algun dulce. En ellas, siempre nos esperaba una historia encantada en la que la ciudad de la que disfrutábamos nos invitaba a trasladarnos a alguno de los palacetes donde hace muchos, muchos años el maharajá deleitaba a sus esposas en un bello espectáculo, donde los titiriteros mágicamente hacían danzar sus marionetas. Marionetas entrañables protagonistas del Rajastán, los espectáculos de fuego en su misticismo e intensidad, los teatros de sombras, los geniales cuentacuentos dominando a la perfección la escenografía, trasladándote con sus palabras y su lenguaje corporal a otros mundos encantados.
Un mundo de experiencias, sencillas pero mágicas, misterios por descubrir rodeados de una cultura asombrosa, lejana, diferente, increíblemente intensa. Ishi y Noa iban digiriendo poco a poco, pues India por un lado les asombraba en sus colores, por otro les descolocaba en ese polvo constante, en la mendicidad de las calles, les hacía reír en su riqueza humanista y al mismo tiempo se incomodaban cuando por el color de su pelo o la blancura de su piel intentaban tocarles de forma constante. Vivieron en el desierto, saborearon exquisiteces desconocidas, sabores increíbles, dejaron volar su imaginación al ritmo en el que avanzábamos Rajastán, brotaron sus risas con el desfile de marionetas, sus cuerpos se relajaron tras un suave masaje ayurveda, descubrieron un nuevo compañero en el camello, jugaron con los niños en sus casas, cada uno de ellos descubriendo en el otro un nuevo amigo, aquel que viene de tierras lejanas.
– Mami sí que son raros estos indios, porque todos llevan un punto rojo entre ceja y ceja.
Rosa de Jaipur
La carretera que conduce a Jaipur, es un constante fluir de posibles historias, sucesión de sorpresas, la vida en la india en toda su esencia. Adelantamos, motos, coches desvencijados, carretas, rikshaws en su zigzaguear, autobuses ancianos desprendiendo un humo negruzco. Paradas en seco, frenazos. Nada tiene un orden comprensible, simplemente de repente todo avanza o se bloquea. Las vidas de los ciudadanos van cruzándose a nuestras miradas absortas por lo diferente en cada una de ellas.
– Aita tengo hambre.- Ishi no aguantaba más rato en el coche, mientras junto a la calzada se alinean puestos de comidas, camas de madera para disfrutar de un tentenpie, “chai” con leche y unos anacardos.
Grandes oleadas de tráfico, bocinazos, vamos paseando a través de un gran embrollo. Shakti, el chofer, nos pasea desde el coche contratado. Un gran sol alumbra el día. Miles de caras, un sinfín de vidas se cruzan en un aparente sinsentido. Culturas milenarias bañadas de sabiduría. Historias, cuentos, leyendas, odiseas en el desierto. Telas de colores, gemas preciosas, elefantes de caras pintadas paseando, cobras en un eterno baile, siguiendo el compás de las notas a través de la flauta que les guía.
Princesas, Maharajas, mujeres y hombres en un andar majestuoso, pero hombres al fin y al cabo, con un principio, un fin y un posible destino al que seguir.
Niños de ojos grandes, brillantes, sonrisa muchas veces ausente, más de lo que me gustaría observar. Que ganas de abrazarlos, no obstante, no parecen buscar consuelo, no sienten esa falta, pequeños de gran fortaleza, acostumbrados, se han endurecido, o simplemente desconocen esa forma de crecer en un continuo abrazo familiar. Son los mil y un niños de la calle que crecen cuidándose unos a otros y el próximo llanto de un recién nacido. Ojala esa dureza les llevase a construir un mundo mejor.
La ciudad rosa es puro Rajastán. Paseando por “Amber Fort”, ya sea a lomos de un elefante o a pie, subiendo hacia el fuerte siguiendo un trazado lleno de curvas serpenteantes, donde das con todo tipo de personajes intentando mostrarte su arte, venta de artilugios diversos, encantadores de serpientes, exquisiteces que encandilaran hasta el paladar más exigente y una vez arriba te encontraras admirando una verdadera obra maestra del arte mogol del siglo XVI. El Hawa Mahal o Palacio de los vientos nos dejó perplejos, allí, a pie de calle, se alza impresionante, y parecen saludarte las mujeres de la corte desde sus casi mil ventanas, donde las jóvenes de la corte se dedicaban a contemplar sin ser vistas el ajetreo de las calles de su ciudad.
La felicidad en los bazares culminan el centro de Jaipur, las montañas de alimentos en su colorido, disputan con los montañas de especias diversas, el amarillo del curry, el rojo azafrán, amarillo cúrcuma, la blancura de la harina, y los olores perfumados de aceites y hierbas medicinales… todo un paraíso para los sentidos. El movimiento, el son de la gente al negociar, es magnífico y el baño rosado de los edificios, convierten el lugar en un espacio ideal para ver el atardecer desde cualquiera de los tejados, observando como el rosáceo del cielo se difumina en el rosado de los edificios.
India, y el recorrido por el Rajastán. Este país inquietante de asombrosos paisajes, en su hinduismo, en su gente llena de espiritualidad, cultura ancestral, la gente del Rajastán, ese pueblo que te abre sus puertas llenos de hospitalidad. Y los días pasan fugaces al recorrerlo, quieres regresar a tu hogar en esa seguridad engañosa, y nos alejamos volando hacia Singapur, otra realidad. Pero desde que dejas la India atrás, hay un nosequé imposible de explicar que te embriaga desde tu cabeza hasta tus pies, en su sabor a especias, en sus olores a vida, en su riqueza y su pobreza, en sus ambivalencias ininteligibles, y reconoces un grito que te invade con tal intensidad que tus ojos se llenan de lágrimas. Y en el viento reconoces una voz que te llama y te susurra al oído la certeza de que algún día volverás.
– Kabhi alavidā na kena, nunca digas adiós.
Nos gustaría haceros un reportaje para una revista española, vía skype o e mail. ¿Hay alguna manera de contactar con vosotros? Nos urge bastante, si queréis podéis darme un mail de contacto en lmeyerg@hotmail.com.
Mil gracias!
Luis
Cuántas anécdotas!!! Me encanta leeros! Tiene que ser un lugar precioso, y tener la experiencia de pasar una noche en el desierto…increible!!
Saludos!!! 🙂
Gracias,:)
Anécdotas alrededor de este hermoso mundo que nos encanta compartir, gracias, pues para poder compartir hace falta que alguien tenga interés. Dormir bajo una manta de estrellas es una experiencia increíble y si duermes sobre sabanas de arena y en compañía de tu familia consigues saborear una noche de felicidad.
Un abrazo
Guauu,guauuu, guauuu!!!en busca del Tigre de Bengala…dormir en el desierto bajo un manto de estrellas…me esta encantando vuestro viaje por la India…Diana bonito texto, Angel gracias por las fotos..Ishi, Noa sois unos auténticos exploradores…con la boca abierta me he quedado y no se si podre cerrarla…si al final no lo logro ya os lo comunicare en otro mensaje…jejeje. Un abrazo y seguir disfrutando de la vida…
Hola Ester
Mil gracias, tus palabras siempre son cálidas y cercanas. En la India Ángel empezaba a tener problemas con la cámara, no enfocaba bien, supongo de tanto movimiento, polvo y pequeños golpes en el camino. Pero aun así capto momentos preciosos. Noa e Ishi son increíbles que te voy a contar, cada día nos ponen a prueba y su capacidad de adaptación nunca deja de asombrarnos. Esperamos que puedas cerrar la boca, se reían cuando les leía el post. ¿La podrá cerrar papis? 🙂 , pero que cosa más rara, decía Noa.
Cuídate, y un gran abrazo.
Familia trotamundos
Os he conocido por casualidad y ya estoy enganchada a vuestro viaje. Que manera más bonita de dar la vuelta al mundo y que experiencia más increíble para vuestros hijos! A mi me entran tantas dudas a la hora de visitar ciertos países con mis hijas, que me alegra ver que puede hacerse.
Un beso enorme y buen viaje!
Gracias. Un buen amigo nuestro no habla de casualidades sino de sincronismos, aquellos pequeños mensajes que te manda el universo. Digamos que mucho en la vida pasa, simplemente pasa, sin ninguna explicación lógica y si tener una causa aparente que las justifique. Y pasa no porque sí, sino porque tenía que pasar en ese preciso momento. Si todo ello ha servido para aportarte ese empujoncito, para que veas que no es solo posible sino que seguro lo puedes hacer realidad. Te aseguramos que tus hijas disfrutaran del momento. Fuera dudas. 🙂
Un abrazo.
Noa Ishi…estaros tranquilos al final pude cerrar la boca…pero me costo un rato…y de hecho cada vez que husmeo en vuestro blog me vuelve a pasar…os voy a contar, mis síntomas son los siguientes…los ojos se me hacen chiribitas viajando entre tanta letra tan bonita y con tanto mensaje..las fotografías y los textos me despiertan todos los sentidos…el gusto con las comidicas que de vez en cuando nos presentáis… el olfato se pone en alerta al oír hablar de especias, del mar, del viento… de los animales que habéis ido conociendo…..la naturaleza en su estado puro…y vosotros siendo parte de ella…Noa , Ishi no se si sois conscientes de lo afortunados que sois de poder vivir esta experiencia…seguro que si lo transmitís con vuestras sonrisas y con las redacciones que nos regaláis de vez en cuando…Y después de este viaje donde os iréis de vacaciones??? jejejeje…No perdáis nunca ese espíritu explorador y aventurero…cuantas cosas habréis aprendido de la vida en estos dos años en ruta…Bueno familia ya veis que mis síntomas no son muy graves..seguir disfrutando de la vida como vosotros sabéis, un abrazo.